El reciente documental de Netflix sobre el astrólogo Walter Mercado saca a la luz la verdadera cara de la leyenda tras los horóscopos, al mostrarlo como adicto a la “fabulosidad” y como un verdadero ser de paz.
El documental, como formato y herramienta de denuncia, así como de búsqueda de justicia, por lo regular goza de muy buena salud entre la audiencia al mostrar parte de los hechos sobre un tema controversial por medio de diferentes elementos de evidencia y análisis.
Tal experiencia de acceso a la verdad, dota a los espectadores de un sentimiento de acceso a capas de la realidad que, incluso, suele ser placentero cuando la audiencia se forma criterios y análisis más nutridos en relación a los crímenes y bajezas que impunemente pasan en ámbitos como: la política, la salud, el deporte o el entretenimiento, temas que por lo regular cubre un documental del estilo Netflix.
Con frecuencia en ésos casos, la apuesta de las plataformas digitales es engolosinar a la audiencia que gusta de temas controversiales, que se van desvelando a través de los contenidos y pesquisas que ofrece un documental, como lo es el exhibir la caída de poderosos corruptos, pero por sobre todas las cosas, la posibilidad de ser testigos de sus atrocidades, además de ver cómo estos malosos muestran su verdadera cara e intenciones mientras andan impunemente por la vida. Sin embargo, en el caso del documental de Mercado, se rompe con ese guión centrado en la cadena de denuncias y, en su avance, se sabe que en la exposición de un periodo de su vida a través de entrevistas y contrastes, no se encontró ningún ángulo para anunciar que el famoso astrólogo era una basura como las que por lo regular aparecen en este tipo de formatos.
Fuera máscaras: cero activismo y alto impacto
En los años noventa, Walter Mercado llegó a nuestros televisores sin tapujos, como un hombre excéntrico, andrógino y teatral que recitaba con exageración los horóscopos. Te gustara o no, creyeras o no, era inevitable reparar en él, en sus sacos y capas brillantes y ostentosas o en su rostro que confundía a no pocos y su emblemático mensaje de despedida donde te deseaba mucha paz, pero sobre todo mucho, mucho amor. Walter Mercado abrió camino a la industria de la consulta de horóscopos mediante líneas telefónicas, y puso la vara alta a quienes siguieron presentando astrología en televisión, pero eso ya lo sabías.
La gran revelación tras este documental es que no hay misterio, no hay máscara, y el hombre de verdad va por la vida siendo lo que vemos a todas luces, un adicto a verse fabuloso con cero intenciones de ocultarlo, deseando amor desde dentro, un amor que tampoco esconde. Es más, te desea mucho amor y si no lo recibes, es problema tuyo, él igual te mandaba bendiciones. Su sexualidad está ahí, abierta para que la comas a grandes bocanadas, él se siente en orgía constante con todo lo que lo rodea, y eso va más allá de la especulación sobre su supuesta homosexualidad.
La otra cara de la moneda es que Walter nunca fue con la bandera del activismo, sin embargo, siendo puertorriqueño triunfando en los Estados Unidos, y siendo andrógino en una industria heteronormativa y homofóbica, hizo más por los y las migrantes y por la diversidad sexual sin proponérselo, sin ir mesiánico, incomodando con su fabulosidad franca y abierta.
En este precioso documental sin duda encontraremos la historia difícil de un niño pobre y heteronormativamente diferente creciendo en el campo, en Puerto Rico, historia de adversidad en la infancia sin lugar a dudas, pero Walter adulto se apropia de su narrativa en los términos más ferozmente tiernos, y lejos de contarnos su atormentado devenir se embiste de glamour para contar una historia de espiritualidad y luz. No nos confundamos, no va de misionero, ni de evangélico, no va a la conquista por medio de la carta astral, es tan sencillo como la resiliencia de un hombre adulto resignificando su historia.
Walter nos cuenta que fue un niño sobreprotegido pero no se queja de su madre, y con el paso de los segmentos de esta pieza presentados en arte de catas de tarot, vamos conociendo a su círculo íntimo, a su amadísimo asistente y a sus sobrinas, así como a otras figuras del espectáculo e incluso de la política que llegaron a sentir un profundo cariño por él.
Este documental solo pide de nosotrxs una cosa: que le bajemos al cinismo con el que nos conducimos y que nos dejemos sorprender por la bondad de un espíritu libre. La belleza no es escasa en el mundo, pero también necesitamos gafas benevolentes para apreciarla y este fragmento de la vida de Walter Mercado nos lleva con ternura de la mano a un espacio sin cinismo.
Samanta Chávez Jiménez, nació en el todavía D.F. Feminista y neurodivergente, estudió Psicología en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco (UAM).Colabora en instituciones de trabajo humanitario y sus textos abordan el feminismo, el amor romático y la salud mental. No es cinéfila, sólo disfruta de ver un chorro de pelis y series y, a menudo, las “arruina” con su perspectiva de género.
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