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Frente al suicidio, echarle ganas no sirve de nada

El pasado 10 de septiembre se celebró el día mundial de la prevención del suicidio, mismo que es organizado por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, IASP, además de estar avalado por la Organización Mundial de la Salud, OMS.

Tan sólo en 2019, 97,339 personas murieron por suicidio en la región de las Américas, ello conforme a datos de la Organización Panamericana de la Salud, OPS. Escuchar y mostrar interés es la mejor forma de mantener a salvo y de ayudar a un ser querido con pensamientos suicidas. Generar las condiciones para mantenerlo a salvo y recibir tratamiento es obligación del Estado.

El suicidio tiene múltiples causas, como el trastorno depresivo mayor, que a su vez deriva en múltiples patologías como: trastornos de ansiedad, trastornos por consumo de sustancias, trastornos psicóticos o trastornos de personalidad. Puede llevar a la psicosis o impulso por depresión.

El psiquiatra Ricardo Vélez de la Fundación Mexicana de la Lucha contra la Depresión, explica que el trastorno depresivo mayor o depresión, es una enfermedad y no un estado emocional pasajero, en la que existen diferentes cambios biológicos y psicológicos que dificultan la toma de decisiones.

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Vélez detalla que la percepción que tenemos del mundo se basa en nuestros estados de ánimo, tal como lo explica la Triada de Beck a través de tres conceptos en los que cognitivamente un estado de depresión puede generar una visión:

  • Negativa del mundo.
  • De nosotros mismos.
  • Del futuro.

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El futuro y el mundo se visualizan con ese estado de ánimo, por eso se habla de la depresión como enfermedad, que, conforme a la Organización Mundial de la Salud, OMS, es un estado de desequilibrio psicológico y social, a través de alteraciones químicas que no permiten disfrutar de la vida.

Al entender a la depresión como una enfermedad, el “echarle ganas”, es como decirle a una persona con cáncer que le eche ganas y su cuerpo va a funcionar como debería o, decirle a un diabético que se “endulce la vida”.

Molestia y rencor, son sentimientos que pueden afianzarse en ambientes tan adversos como los que genera la pandemia de COVID-19.

La precariedad laboral y económica dificulta que ciertos sectores de la sociedad acudan a terapia, explica el psicólogo y psicoanalista en clínica privada, Enrique Zambrano Ramos, quien subraya que contar con una buena red de apoyo es de gran utilidad para socializar y verbalizar la angustia.

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Por ello, contar con rutinas y espacios de recreación individual, puede jugar como factor para combatir el aislamiento, y la propensión a la depresión.

En materia de prevención del suicidio, Zambrano comenta que el actuar de cada persona en estos casos es muy variable, por eso la función de escucha permite que la persona afectada fluya en un primer contacto. Ello, sin romantizar la experiencia de quien acompaña al afectado, pues llega a ser cansada para quien está alrededor. En la familia de un suicida puede llegar a reinar la desesperación, el enojo y el regaño.

Suspender la crítica, poner atención e invitar a la persona a que vaya y se pregunte por qué está pasando, implica expandir el abanico de situaciones, así como de posibles soluciones.

Conforme a la encuesta ENCOVID-19 de la Universidad Iberoamericana, entre abril de 2020 a marzo de 2021, los efectos de la pandemia en la población mexicana impactaron en materia de empleo, siendo la tasa de desocupación más alta la de 15.5% en mayo de 2020 y de 7.3% en marzo de 2021.

Respecto del ingreso, los sectores más bajos se vieron afectados en un 47%, los medios en un 40% y los altos en un 35%, por ende, la alimentación y la salud mental también fueron impactados, siendo las mujeres las más afectadas, cuyos efectos en la pobreza se considera que tengan incidencia aún más profunda a lo largo de 2021.

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Aunque ayudar a personas en situación de crisis emocional, también es tarea de la sociedad, es el Estado el que tiene la obligación de generar condiciones de bienestar, así como de recepción de tratamiento para quienes lo requieran. La OPS recomienda:

  • Implementar políticas de prevención del suicidio, a fin de analizar la situación y contar con una colaboración multisectorial.
  • Capacitar sobre la prevención del suicidio a los miembros de la comunidad, incluidos los profesionales de la salud, los educadores y los periodistas, con el objetivo de sensibilizar y promover enfoques basados en evidencia, así como de generar conocimiento y aptitudes dentro y fuera del sector salud.
  • Sensibilizar sobre la importancia de la salud mental y el suicidio, reduciendo el estigma, generando financiamiento, vigilancia, además de monitoreo y evaluación.

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Reducir el estigma es tener en cuenta que la depresión no se trata de un problema de voluntad, si no de una alteración de nuestra percepción, que puede afectar nuestro juicio y no hacernos ver más que los peores escenarios.

Un “te entiendo”, un “me preocupas” o un “cómo te ayudo”, apoya al hablar, el acercarnos con empatía es permitir la mejor manera de que la persona con depresión se acerque con nosotros, comparta su estado y entendemos cómo ayudarle, en lugar de juzgarle y entender.

Quizá el sentirse escuchado es el “échale ganas” que se necesita para sentirse apoyado.