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Discúlpanos, Meredith Grey, te juzgamos…

Shonda Rhimes, creadora de la serie «Grey´s Anatomy», comparte una fórmula muy simple: «perspectiva de género y feminismo, matan caritas y rompen estereotipos».

Grey´s Anatomy, serie de hospitales, serie triunfadora. 

Es una fórmula muy simple: un grupo de doctores y doctoras dan todo por salvar a cientos de semiolvidables personajes y, a la par, desarrollan una vida dramática, con enredos amorosos que se resuelven a miraditas en el quirófano en plena cirugía.

Shonda Rhimes, creadora de esta serie, nos ofrece a una vanguardista cirujana oscura, nada entusiasta, con abundante empatía, pero poca simpatía, la mítica Meredith Grey

Su historia no es idílica; proviene de un matrimonio roto, en el que su madre estuvo enamorada la vida entera de un hombre casado que no era el padre de Meredith. Con mano dura la madre crió a la hija bajo una obsesión por la excelencia y, sin dar mucho lugar a los placeres mundanos, dejó muy claro que prefería que su hija fuera próspera y exitosa profesionalmente, a que fuera feliz.

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Meredith tuvo un noviazgo tormentoso con un doctor, Derek Sheperd, McDreamy, un tipo infeliz en su matrimonio que encuentra agua fresca en Meredith y, después de extensos capítulos de mucho vaivén, mucho romance y mucho desarrollo profesional, este par se casa y al cabo de un tiempo tienen tres críos.

La serie fue cada vez más exitosa, sin embargo con su prolongación fue perdiendo audiencia y hubimos quienes renunciamos a verla después de algunas temporadas, ya fuera por las tramas ilógicas, por los conflictos amorosos, por los diálogos  repetitivos o porque se morían los personajes a cada rato. Sin embargo, esta renuncia nos hizo perdernos de algo que una gran amiga me hizo mirar.

Luego de un tiempo Shonda Rhimes arrojó una mirada de género a su creación y redireccionó paulatinamente la serie hasta convertirla en una serie feminista.

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Ojo, una serie no es feminista porque salgan mujeres, ni siquiera porque salgan mujeres fuertes, ni siquiera si los personajes dicen ser feministas, la perspectiva de género y el feminismo se lleva en el discurso, en las posturas y decisiones que toman los personajes: si bien Meredith Grey como antiheroína icónica y oscura ya nos había dejado claras sus virtudes, sus fortalezas, su resiliencia y su capacidad de amar, fue hasta este cambio que sus decisiones cambiaron el modelo de mujer triste.

Muchas de las virtudes de Meredith se movían alrededor de su relación con Derek Sheperd, y bueno, el personaje de Derek muere en las más recientes temporadas. 

Cabe destacar que la despedida es conmovedora, aunque Meredith ya había encontrado su propio camino antes de que su esposo muriera, por lo que el cierre de esa temporada desemboca en la tribu de Meredith bailando y festejando la vida luego del duelo; su hermana y su cuñada se mudan con ella convirtiéndose en su red inmediata y contribuyen en la crianza y cuidados de sus hijxs , así como a ser su soporte emocional, lo cual nos recuerda a la premisa de Full House, la serie de mediados de los años ochenta que como premisa principal, sostenía la historia de tres hombres participando en la crianza de las hijas, rompiendo estereotipos.

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Actualmente, los personajes femeninos comienzan a ser más independientes de sus relaciones, evolucionan a más fuertes y, lo que antes parecía una conducta adorable de parte de los varones, ahora es vista como la rabieta y el desplante del hombre irresponsable que siempre había sido.

Las tramas del hospital van dando dignidad a las mujeres, tanto doctoras, como pacientes, éstas últimas, protagonistas de una sola vez. La sororidad reina de una manera que antes no habríamos esperado en la serie de la trágica Meredith Grey, que se reinventó en el camino, regalándonos referentes de diversidad y de dignidad desde otras miradas.

Perdónanos, Meredith Gray, te juzgamos mal…

Samanta Chávez Jiménez, nació en el todavía D.F. Feminista y neurodivergente, estudió Psicología en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco (UAM). Colabora en instituciones de trabajo humanitario y sus textos abordan el feminismo, el amor romático y la salud mental. No es cinéfila, sólo disfruta de ver un chorro de pelis y series y, a menudo, las “arruina” con su perspectiva de género.

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Umbrella Academy: la serie sin supermanes de código moral intachable

Recientemente se estrenó la segunda temporada de Umbrella Acaemy, una serie de superhéroes basada en el cómic del mismo nombre que el cantante Gerard Way de My Chemical Romance creó con las ilustraciones de Gabriel Ba.

El prólogo nos cuenta que un día específico en 1989, espontáneamente, varias mujeres que no estaban embarazadas, dan a luz a un grupo de bebés con características y poderes especiales, al tiempo que un excéntrico millonario adopta a esos siete bebés para entrenar sus habilidades y crear una academia de alto rendimiento de superhéroes.

Se puede ver cómo van creciendo y cómo en su adolescencia hay un furor en la Academia Umbrella cuando estos superhéroes luchan contra los malosos sin parar. Aunque la pausa viene pronto, ésa que hace la diferencia con esta historia, un espacio en el que hombres y mujeres adultxs no viven más que del recuerdo, con un chorro de traumas y problemitas por tan peculiar infancia. Es en ése punto donde arranca la serie. 

Foto: Cortesía Netflix.

Y es que, de un tiempo para acá, se han popularizado las ideas de los superhéroes con debilidades y dificultades emocionales, les vemos dudar y verse humanamente vulnerables. El conflicto emocional nubla su juicio a menudo y eso da la impresión de cercanía con nuestra pura y llana ausencia de súper poderes, sin supermanes de código moral intachable, lo de hoy es sentir que hasta lo superhéroes se equivocan y son tan fallidos como cualquiera. Umbrella Academy no es la excepción. 

Lo que acá me ha resultado tan enigmático, es la relación de estos hermanos y hermanas con la figura de su padre y su modelo de crianza. Reginald Hargreeves, el padre adoptivo, es una figura severa que pone mucha presión sobre sus hijos e hijas para alcanzar la excelencia: es metódico y calculador, sin una pizca de compasión ni ternura, es más profesor que padre pero la ley, sus abundantes recursos materiales y económicos le permitieron comprar (es decir, adoptar) a tan singulares lactantes para moldearles a su antojo. 

Por supuesto que el patriarca no se involucró  con los cuidados básicos, se relacionó con esto nenes y nenas como una figura de autoridad hasta que tuvieron la edad suficiente para someterse a sus entrenamientos. Son su propiedad y él, Reginald Hargreeves, es el objeto de sus traumas, aunque hay tres instancias más que quedan en las sombras.  

Foto: Cortesía Netflix.

En el prólogo del primer episodio vemos a las madres biológicas quedar embarazadas de un momento a otro y dar a luz sin entender nada, y de ellas, las que gestaron y parieron no volvemos a saber nada. También vemos a siete uniformadas nanas conducir siete uniformadas carriolas entrando a la mansión Hargreeves, y jamás vemos a Reginald ocuparse de biberones, pañales, llantos ni control de esfínteres, eso no se dio de manera silvestre, es fruto del trabajo anónimo de estas mujeres que no cuentan

Y por último la figura de Mamá, una señora robot (obediente y sin deseos propios) que hace funciones de contensión, consolación  y ternura con los niños y niñas que componen esta familia, brindando las atenciones domésticas de las que dependemos cuando nos ocupamos de algunas cosas pero seguimos requiriendo respaldo, guía y apoyo emocional

Foto: Cortesía Netflix.

Reginald no puede parir, así que compra bebés de madres en situaciones extraordinarias; no le interesa ocuparse de los cuidados básicos así que contrata nanas desechables; no tiene recursos emocionales, entonces construye una robot señora con las habilidades de crianza, y bueno, aunque estas mujeres hacen el trabajo duro, los hijos son de Hargreeves, y si no están más dañados aún, es debido a estas presencias sin crédito alguno en su existencia. 

Negar a las madres parece competencia cuando de superhéroes se trata. 

Samanta Chávez Jiménez, nació en el todavía D.F. Feminista y neurodivergente, estudió Psicología en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco (UAM).Colabora en insttituciones de trabajo humanitario y sus textos abordan el feminismo, el amor romático y la salud mental. No es cinéfila, sólo disfruta de ver un chorro de pelis y series y, a menudo, las “arruina” con su perspectiva de género.

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Walter Mercado: el misterio que no era misterio

El reciente documental de Netflix sobre el astrólogo Walter Mercado saca a la luz la verdadera cara de la leyenda tras los horóscopos, al mostrarlo como adicto a la “fabulosidad” y como un verdadero ser de paz. 

El documental, como formato y herramienta de denuncia, así como de búsqueda de justicia, por lo regular goza de muy buena salud entre la audiencia al mostrar parte de los hechos sobre un tema controversial por medio de diferentes elementos de evidencia y análisis.

Tal experiencia de acceso a la verdad, dota a los espectadores de un sentimiento de acceso a capas de la realidad que, incluso, suele ser placentero cuando la audiencia se forma criterios y análisis más nutridos en relación a los crímenes y bajezas que impunemente pasan en ámbitos como: la política, la salud, el deporte o el entretenimiento, temas que por lo regular cubre un documental del estilo Netflix.

Foto: Pixabay.

Con frecuencia en ésos casos, la apuesta de las plataformas digitales es engolosinar a la audiencia que gusta de temas controversiales, que se van desvelando a través de los contenidos y pesquisas que ofrece un documental, como lo es el exhibir la caída de poderosos corruptos, pero por sobre todas las cosas, la posibilidad de ser testigos de sus atrocidades, además de ver cómo estos malosos muestran su verdadera cara e intenciones mientras andan impunemente por la vida. Sin embargo, en el caso del documental de Mercado, se rompe con ese guión centrado en la cadena de denuncias y, en su avance, se sabe que en la exposición de un periodo de su vida a través de entrevistas y contrastes, no se encontró ningún ángulo para anunciar que el famoso astrólogo era una basura como las que por lo regular aparecen en este tipo de formatos.

Fuera máscaras: cero activismo y alto impacto

En los años noventa, Walter Mercado llegó a nuestros televisores sin tapujos, como un hombre excéntrico, andrógino y teatral que recitaba con exageración los horóscopos. Te gustara o no, creyeras o no, era inevitable reparar en él, en sus sacos y capas brillantes y ostentosas o en su rostro que confundía a no pocos y su emblemático mensaje de despedida donde te deseaba mucha paz, pero sobre todo mucho, mucho amor. Walter Mercado abrió camino a la industria de la consulta de horóscopos mediante líneas telefónicas, y puso la vara alta a quienes siguieron presentando astrología en televisión, pero eso ya lo sabías. 

La gran revelación tras este documental es que no hay misterio, no hay máscara, y el hombre de verdad va por la vida siendo lo que vemos a todas luces, un adicto a verse fabuloso con cero intenciones de ocultarlo, deseando amor desde dentro, un amor que tampoco esconde. Es más, te desea mucho amor y si no lo recibes, es problema tuyo, él igual te mandaba bendiciones. Su sexualidad está ahí, abierta para que la comas a grandes bocanadas, él se siente en orgía constante con todo lo que lo rodea, y eso va más allá de la especulación sobre su supuesta homosexualidad. 

Foto: Cortesía Netflix.

La otra cara de la moneda es que Walter nunca fue con la bandera del activismo, sin embargo, siendo puertorriqueño triunfando en los Estados Unidos, y siendo andrógino en una industria heteronormativa y homofóbica, hizo más por los y las migrantes y por la diversidad sexual sin proponérselo, sin ir mesiánico, incomodando con su fabulosidad franca y abierta. 

En este precioso documental sin duda encontraremos la historia difícil de un niño pobre y heteronormativamente diferente creciendo en el campo, en Puerto Rico, historia de adversidad en la infancia sin lugar a dudas, pero Walter adulto se apropia de su narrativa en los términos más ferozmente tiernos, y lejos de contarnos su atormentado devenir se embiste de glamour para contar una historia de espiritualidad y luz. No nos confundamos, no va de misionero, ni de evangélico, no va a la conquista por medio de la carta astral, es tan sencillo como la resiliencia de un hombre adulto resignificando su historia. 

Walter nos cuenta que fue un niño sobreprotegido pero no se queja de su madre, y con el paso de los segmentos de esta pieza presentados en arte de catas de tarot, vamos conociendo a su círculo íntimo, a su amadísimo asistente y a sus sobrinas, así como a otras figuras del espectáculo e incluso de la política que llegaron a sentir un profundo cariño por él. 

Foto: Pixabay.

Este documental solo pide de nosotrxs una cosa: que le bajemos al cinismo con el que nos conducimos y que nos dejemos sorprender por la bondad de un espíritu libre. La belleza no es escasa en el mundo, pero también necesitamos gafas benevolentes para apreciarla y este fragmento de la vida de Walter Mercado nos lleva con ternura de la mano a un espacio sin cinismo. 

Samanta Chávez Jiménez, nació en el todavía D.F. Feminista y neurodivergente, estudió Psicología en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco (UAM).Colabora en instituciones de trabajo humanitario y sus textos abordan el feminismo, el amor romático y la salud mental. No es cinéfila, sólo disfruta de ver un chorro de pelis y series y, a menudo, las “arruina” con su perspectiva de género.

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