El hecho de que la Línea 12 del metro de la CDMX haya sido promovido por el mismo gobierno, lo hace un proyecto poco transparente, así como poco cercano a las necesidades de la gente
La puesta en marcha de la Línea Dorada implicó el desarrollo de un megaproyecto que involucró grandes cambios y modificaciones en el espacio urbano. De ello, Ana Díaz Aldret, académica del Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE, apunta en un estudio sobre la Línea 12, que este tipo de proyectos regularmente son poco transparentes, pues su promotor es el mismo gobierno, que afronta con opacidad el riesgo que significa la oposición que generan en el espacio en el que quieren construir una obra de grandes alcances (políticos más que de interés en el bien común de la ciudadanía).
La profesora del CIDE, hace énfasis en la importancia de la participación ciudadana como medio para lograr políticas públicas más justas, eficaces y legítimas, examinando los mecanismos activados por el gobierno para consultar a la población, así como las estrategias desplegadas por algunas de las comunidades que se vieron afectadas por las obras o por el proyecto en general.
Antonio Santos, es un comerciante que lleva muchos años vendiendo botanas justo frente a la estación Olivos, también muy cerca del supermercado y del restaurante que quedan cerca.
Oriundo de Veracruz, del municipio de San Miguel Tlalpoalan, Antonio a temprana edad se vino a vivir a la ciudad de México y tras casi medio siglo de residir a una hora de Tláhuac, argumenta que nunca había vivido una experiencia similar a la magnitud del accidente en la Línea 12.
Tras la pandemia, el comercio de botanas que tiene, se diversificó y comenzó a vender cubrebocas, aunque a partir de la caída del metro, les afectó en materia de ventas, pues no pueden trabajar y a penas pudieron presentarse a partir del 6 de mayo, con el temor de que los fueran a remover de la zona en la que ya muchos los ubican.
Antonio lleva 20 años en ese espacio, vendiendo sus productos junto con su esposa e hijos, que lo acompañan en su camioneta tipo van. Ellos vieron cómo ocurrió el accidente, pues estaban trabajando cuando, de un momento a otro, el metro cayó y su hija más pequeña se horrorizó por el impacto de la caída. Todo fue muy rápido, Antonio lo describe como un madrazo que cuando se dieron cuenta, ya había caído y que hizo que todo se oscureciera de repente.
Se fue la luz, después llegó la polvadera y la humazón de los cables y de los cortos que ocasionó la caída. Cuando se despejó el humo, ya vieron el metro abajo, se acercaron un poquito, pero no oyeron nada de gritos de gente, ni un auxilio. Todo quedó en silencio.
Mucha gente quería ayudar cuando llegó, mientras los elementos de la policía y de la marina, no les daban chance, motivo por el que la gente se comenzó a poner agresiva. Antonio salió también afectado, pues las autoridades lo corrieron del espacio en el que ha trabajado a lo largo de más de 20 años, al tiempo que la violencia que se vivía entre vecinos y autoridades se acrecentaba.
Los policías hicieron que Antonio y su familia se movieran hacia atrás, al tiempo que les gritaban: “¡Te quitas o te movemos, pero ya!”. Él, les pidió que lo esperaran para que quitara su lona, pero ni chance le dieron y, para cuando regresó, ya se la habían chingado.
Eso le implicó un gasto extra, ya no sólo de frente a la pandemia, sino al aumento de pérdida de clientes por el desastre en el que quedó la zona. Mientras Antonio nos ofrecía la entrevista, su esposa, llegó con una sombrilla grande y viejita, a fin de cubrir un poco del sol al puesto y de cuidarlos a ellos mismos del inclemente calor que hace en la zona.
Cuando ocurrió la tragedia, su camioneta estaba frente a su puesto, su hija de ocho años se echó a correr hacia el cine cercano, asustada por el impacto del convoy contra el asfalto, luego todo se oscureció, Antonio quitó rápido su camioneta y buscó a su hija. Él se encontraba entre el dilema de ayudar, cuidar su fuente de trabajo y a su familia. Para él perder todo, le causaba angustia y temor de no tener nada de dinero para poder invertir.
Desde el accidente no había podido trabajar, pues los desalojaron y los movieron hasta el cine que está cerca, donde difícilmente pueden verlo sus posibles clientes. Incluso durante casi dos días, Antonio se tuvo que quedar en la zona.
Todo estaba lleno, a nadie dejaban salir, ni entrar; mientras en su casa, sus mascotas se quedaron sin comer; él vive lejos de ahí, a una hora, en Tetelco. Como no pudo guardar sus cosas, tuvo que estar ahí con el frío en la madrugada, mientras su familia se resguardaba en su camioneta.
Salieron a tratar de trabajar, a ver si los dejaban, con el miedo de que llegaran los elementos de la policía. Con tres hijos y poca oportunidad para vender en su zona, Antonio expresó angustia, pues tiene que sacar para su comida, para su gasolina y para los muchos pagos y gastos que tienen. Se les están acumulando las deudas.
Este vendedor de papas, comenta que con sus compañeros de la zona tienen una base de taxis, que tampoco han podido trabajar. “Los compañeros de arriba de Walmart son 200 y frente al metro Olivos, son 40 que dan servicio a la tienda y ninguno puede trabajar”, relató Antonio.
El carril que se mantuvo ocupado tras el accidente es en el que circulaban regularmente los peseros, sin embargo, ahora será usado por el metrobús como medida a falta del metro y de la corrupción en torno a su construcción.
Toño y los taxistas se apoyan mutuamente, por lo que pide que las autoridades lo hagan también dándoles la oportunidad de vender a un lado o de preparar los taxis para darle servicio a la gente.
Ello implicaría familias que se quedan sin dinero para su comida y demás necesidades, que no saben cuándo podrán volver a trabajar o cuándo se quitarán los elementos de la policía, así como demás autoridades que circundan la zona.
Tras el accidente, cientos de curiosos llegaron a la zona, pero más que ayudar, estorban, aunado a la parálisis en la que las autoridades tienen el espacio a falta de soluciones de su parte.
Antonio se pregunta para qué van a dejar ese metro si ya la gente no lo va a querer usar: “pa´qué gastan en tanto metro, mejor que gasten en autobuses y la gente no mate a la gente (…), es más seguro el servicio de abajo que el de arriba, está muy dañada la estructura, necesitan construirlo y hacerlo nuevo y con buen material, ve qué varillitas tiene, son varillitas de construcción que son para cargar una loza, no esa cantidad de toneladas. Que lo tiren y la gente va a andar más tranquila”, comentó.
Su niña la está pasando mal después de ver cómo se cayó el metro con toda la gente abordo, no duerme, se adelgaza y su padre piensa que sí tienen que hacer algo al respecto, pues considera que lo vivido en torno al metro la espantó, la pequeña no se quería ni acercar al puesto, aunque le repitieran: “No, mira, mi´ja, ya se cayó, ya no pasa más, vente”. Tuvieron que convencerla poco a poco.
El dolor a flor de piel
Mónica es una vecina de Mixcoac que se movió en coche acompañada de su mamá, a fin de saber sobre las necesidades de la gente afectada por la caída del metro y apoyarles en lo que estuviera en sus manos. A pesar de tener un problema de salud, Mónica se aplicó para ir a poner una ofrenda en honor a las víctimas de la tragedia, además de hacerlo acompañando a miembros de la comunidad afectada.
Un altar fue colocado en una jardinera que se encuentra justo enfrente de la estación Olivos, del lado donde está el Vips. Mónica se enteró de que lo estaban colocando gracias a una nota que vio en el periódico La Jornada.
“No es lo mismo ver las noticias que ya ver la situación más en vivo”, por lo que llegaron con la intención de ver la ofrenda y de poner una veladora. Cuando llegaron, se encontraron con una mujer que sí es vecina de Tláhuac y que comenzó a encender todas las veladoras, tarea en la que Mónica le ayudó. A ella, le parece algo muy impactante, pues nunca había experimentado algo así en su vida.
Como decía uno de los familiares de las víctimas: “¿Quién iba a pensar que se iba a caer el metro?. Yo creo que no existe esa situación en la conciencia de nadie y por eso usamos el transporte público con tanta tranquilidad. En lo privado es una cosa muy impactante y en lo público es una cosa muy dramática”, concluyó la vecina oriunda de Mixcoac.
Fue el 8 de agosto de 2007 que el gobierno de la ciudad de México anunció la construcción de la Línea Dorada, decisión que desde entonces ha afectado a diferentes núcleos de la población a través de cierres y hace un mes, con la muerte de 26 personas en el accidente ocurrido en la estación Olivos.
Aunque esta tragedia ha dejado de ser noticia de primera plana, es clara imagen de los impactos que tiene la corrupción en la vida pública del país, que, vista desde lo ocurrido en la Línea 12 incide directamente en la estabilidad económica, la salud mental de quienes se han visto afectados por la reducción del presupuesto al metro y la falta de mantenimiento al STCM.
Cuando el presidente López llama “Raja política” al hecho de que se cuestione el impacto negativo que ha tenido su llamada austeridad, niega la importancia que tienen los presupuestos para cada programa y cómo su ausencia o falta de administradores públicos experimentados, capaces y responsables genera daños irreversibles en el país.
La corrupción mata.
Gracias por habernos acompañado en estas tres entregas especiales:
Línea 12 del metro en CDMX: corrupción e impacto en la salud mental de la ciudadanía
Soledad, la sombra de la corrupción
La línea 12, un proyecto poco transparente y poco cercano a la gente
Gabriela Estrada Espínola es licenciada en Comunicación por la Universidad Simón Bolívar y Maestra en Periodismo sobre Políticas Públicas por el Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE. Ha colaborado en diversos medios y agencias de publicidad. Twitter: @GabaMaiden
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